miércoles, 15 de mayo de 2013

Arquitectura

Recuerdo aquel día que saqué mis papeles de la  universidad de ingeniería, fue el día que descubrí que informática me interesaba menos que un cuerno, salí y por azares del destino llegué a la calzada, me trepé en un destartalado trolebus, ruta 600, que me llevó a Huetitán, alguno de mis amigos me metió en la cabeza de que podía ser arquitecto, ni el ni yo sabíamos tan siquiera de que se trataba.
Al llegar a la barranca, pude ver aquellos dos cuerpos, aquella bella mujer acostada llena de vida y a ese viejo sin piel solo y abandonado, cuidando aquel sueño como un guardia de pie, pero ambos vigilando al pequeño todavía sin nacer postrado en las orillas de la barranca, esa era la escuela mas impresionantes que habría conocido jamás.
Tal vez fue suerte, pero logré entrar, traté de hacerlo lo mejor que pude pero no estaba acostumbrado al sacrificio, al menos no por la escuela,  mis malas decisiones me llevaron a reprobar el primer nivel de la materia eje, y eso me traumatizo, simplemente sentí que me rendí en la úlitma tercera parte del curso, y que en mis adentros se que pude haberlo logrado, pero gran parte de mi no quiso dar ese "tantito" para terminar el semestre, traté de buscar pretextos para no sentirme fracasado y vaya que sobrellevaron la culpa, que aumentó con el hecho de que todos me hacían sentir ajeno, un extraño, un forastero, sentía que no estaba en mi lugar lo que me hacia pensar mas de una ocasión en renunciar, pero veía el orgullo en otros cuando me veían como arquitecto, no sabía como decirles que podía con el paquete, por que además de sentirme como un intruso sin ese talento nato que mis compañeros me restregaban en la cara, realmente no tenía una idea clara de que carajos estaba haciendo.


"Continu"

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